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22 February 2017 Malaga (Spain)

Apertura de las Exposiciones “Kandinsky y Rusia” y "Dinastía Romanov" en Colección Museo Ruso Petersburgo/Málaga

La exposición “Kandinsky y Rusia” indaga, a través de 78 piezas, en los años rusos del artista pionero y creador de la abstracción tal como la conocemos en nuestros días, con obra de Kandinsky proveniente del Museo Ruso de San Petersburgo y de otras colecciones públicas y privadas de Rusia.
Esta exposición estará acompañada por autores que compartieron un mismo espíritu y un mismo deseo de innovación partiendo siempre del sustrato cultural ruso, del que se muestran piezas de arte popular del siglo XIX e iconos de los siglos XVI, XVII y XIX que muestran cómo Kandinsky y su círculo se inspiraban en las viejas tradiciones rusas para asumirlas y después superarlas. 
Del interés por las tradiciones atávicas de los primitivos habitantes de Rusia se pasará a las fórmulas expresionistas para terminar desarrollando una abstracción que tendrá como inspiración original justamente esas formas y colores de la Rusia eterna.
 Interesado desde sus años jóvenes en la etnología, Kandinsky es puesto en diálogo no sólo con los artistas que le precedieron y los que le siguieron en su investigación estética, sino también con el arte en el que encontró su inspiración, como puede ser el caso de los iconos de los siglos previos, arte popular y los grabados conocidos como lubok (lubki en plural) que unían composiciones ingenuas con un colorido sorprendente. De este modo, se proporciona una nueva perspectiva acerca de Kandinsky desde su contexto ruso.
Descendientes del boyardo moscovita, del siglo XIV, Andrei Ivanovich Kobyla, la familia Románov tomó su apellido de Roman Yurev, cuya hija, Anastasia Románova, se convirtió en la primera esposa de Iván el Terrible. Será los hijos del hermano de Anastasia, Nikita, quienes convertirán Románov en su apellido para perpetuar el orgullo por su abuelo Roman, padre de una zarina.
Tras la muerte de Feodor I, último zar de la dinastía Rurik, se inició la llamada época de las turbulencias, que llevó al caos a Rusia durante quince años hasta que una asamblea de notables eligió al nieto de Nikita, Mijail Románov, como nuevo zar.
El trono fue pasando de la forma habitual seguida por la dinastía anterior, la de los Rurik, de primogénito en primogénito o, en su defecto, yendo la corona al pariente varón más cercano.
Esta dinámica tradicional se rompió a la muerte de Feodor III, cuando los hermanastros Pedro e Iván aspiraron a la vez al trono. Los derechos de ambos, el de Pedro sostenido por una asamblea de notables y el de Iván por una revuelta palaciega, se mantuvieron, con una monarquía dual.
A la muerte de Iván, Pedro cambió las normas, estableciendo que cada monarca elegiría sucesor. Así hizo él, eligiendo como sucesora a su esposa Catalina I, que sólo por matrimonio era una Románov.
Aunque la corona pasara a su hijo Pedro II, verdadero Románov por sangre, la línea masculina del apellido se extinguió en 1762, pasando el cetro a la casa de Holstein-Gottorp tras la muerte de Isabel I, pese a lo cual se optó por mantener el nombre de la dinastía a fin de asegurar la continuidad histórica y asegurar la unidad del Imperio.
Un intento de cambiar nuevamente las normas de sucesión por parte de Pablo I condujo a su asesinato. Otro asesinato, fruto de las tensiones sociales de la época, terminó con la vida de Alejandro II en 1881, veinte años después de que dictara la emancipación de los siervos. Su nieto Nicolás II se convertirá en el último zar tras abdicar a consecuencia de la revolución rusa de febrero de 1917, siendo asesinado con su esposa e hijos en julio de 1918.
                  A la vez que se sucedían los zares y emperadores Románov, los grandes hitos de la historia rusa bajo su dominio serán la incorporación de Ucrania en 1654, la expansión territorial hacia el este con la ocupación de Siberia occidental a finales de siglo, las insurrecciones periódicas de cosacos, la modernización del país bajo Pedro I el Grande y su esposa Catalina la Grande, firmes partidarios de la occidentalización, siendo la fundación de San Petersburgo en el siglo XVIII su señal más notoria.
Guerras contra Suecia y Polonia sirvieron para ampliar los territorios, a la vez que la derrota definitiva de los tártaros en 1783 abrió para Rusia la puerta de su extensión más radical. A la vez que se dinamizaba el comercio, se iniciaba una paulatina industrialización de Rusia que en el siglo XIX, tras el renacer nacional que supuso la victoria sobre la invasión napoleónica, vivió en un anhelo constante de reformas continuamente aplazadas a la vez que el naciente movimiento obrero optaba por vías violentas.La abolición de la servidumbre en 1861 no fue suficiente. La derrota en la guerra contra Japón en 1905 puso de manifiesto que el dominio de los Románov llegaba a sus años finales. La desastrosa gestión de la Primera Guerra Mundial desencadenaría la definitiva revolución y el fin de una etapa de tres siglos.


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